Cuando hablamos de bienestar emocional familiar en tiempos de pandemia es importante aclarar, en primera instancia, que la vida del ser humano se compone de una serie de rutinas que se adquieren a lo largo de la vida, en ámbitos como el trabajo, la universidad, el colegio y la vida personal y social. Conforme pasa el tiempo, estas rutinas se convierten en hábitos, es decir, costumbres que se automatizan y se hacen cotidianas en el día a día.
Con la llegada de la pandemia, la vida cambió abruptamente. El hábito de ir a estudiar o a trabajar, cambió para hacer teletrabajo y cumplir con las obligaciones académicas desde casa. Los grandes eventos y las reuniones familiares pasaron de celebrarse juntos a llevarse a cabo a través de una pantalla. Incluso la forma de saludarnos también se modificó. La vida ya no era la misma de antes.
Compartir bajo un mismo techo todas las actividades que normalmente se realizan fuera de casa, se convirtió en una nueva cotidianeidad; con ella inició una etapa en la que se busca que el desarrollo de todas las actividades continúe, sin que éste afecte las relaciones familiares y la salud mental y emocional de cada uno de los integrantes del hogar.
No obstante, este nuevo escenario familiar compartido no estuvo exento de conflictos. Por el contrario, su ocurrencia se incrementó exponencialmente. Por ejemplo, en el caso colombiano, las denuncias por violencia intrafamiliar a las líneas de atención dispuestas por el Estado colombiano se incrementaron en un 182% en relación con el año anterior. Se pasó de un registro de 1.323 denuncias en el año 2019 a un total de 3.194 en el 2020. Las zonas que concentran el mayor número de llamadas a estas líneas son Bogotá, Antioquia, Valle del Cauca, Cundinamarca, Atlántico y Santander.
Para la doctora Emma Sánchez García, trabajadora social especialista en planeación y desarrollo, es vital que desde el núcleo familiar se “generen estrategias que impacten desde los más chicos hasta nuestros adultos mayores, que permitan manejar las situaciones que pueden generar un conflicto a raíz de permanecer en un mismo espacio por bastante tiempo.”
Una de las poblaciones más golpeadas por la pandemia fue la de los niños, niñas y adolescentes, para quienes compartir con sus amigos, ir a estudiar y aprovechar el tiempo libre es fundamental para su desarrollo social y emocional.
Tras casi un año de confinamiento, las autoridades nacionales apenas están empezando a implementar el modelo de alternancia en jardines, colegios y universidades, que les permita a los estudiantes regresar a clases de manera segura. Por otra parte, las reuniones o espacios de esparcimiento que generan aglomeraciones y que son del disfrute de niños y adolescentes, aún no están permitidos.
Estas situaciones generan emociones negativas que se descargan en los padres o hermanos. Para ello, la doctora Emma recomienda identificar y solucionar entre todos los integrantes de la familia cada uno de los malestares que se puedan presentar. “Es muy importante darles a conocer que no depende de los padres que estén en casa, sino de la evolución del virus, del avance de la vacunación. Tarde o temprano las cosas regresarán a la normalidad, no igual que antes, pero las rutinas volverán.”
“Hay que darle valor a estas situaciones,” asegura la doctora Emma. “Antes de la pandemia deseábamos tener más tiempo para compartir con los hijos, cocinar para ellos, tener un día libre. No se nos puede olvidar agradecer por contar con una familia y debemos pensar que muy seguramente echaremos de menos estos espacios de unión familiar cuando la vida se normalice del todo.”
Es normal que se presenten conflictos que afecten la salud mental de la familia. Como se ha expuesto anteriormente, el cambio abrupto que supuso el confinamiento generó situaciones de estrés y cambios de estados anímicos en muchas familias, producto del aislamiento de los múltiples entornos sociales típicos, de pasar tanto tiempo juntos y de tener que sobrellevar la vida diaria desde las entrañas del hogar.
Si bien esta situación no trajo con sí nada nuevo, sí lo hizo cotidiano y este hecho puede desencadenar problemas dentro del núcleo familiar. “Es importante tener autorregulación y empatía. Autorregulación para identificar claramente la emoción que genera en mí angustia, miedo, dolor. Y empatía para permitir al otro vivir y superar esa emoción. Debemos ponernos en los zapatos del otro, tratar de entender qué siente y ayudarlo a superar cualquier situación que lo afecte a él o a ella y salir adelante.”
Es necesario, agrega la doctora Emma, “establecer una rutina en la que se repartan las cargas de manera equitativa, asumiendo las responsabilidades propias, pero también cumpliendo con las colectivas. Tan importante es aportar en los quehaceres de la casa como en el trabajo, colegio o universidad”.
Inevitablemente la pandemia ocasionó problemas familiares que mal manejados pueden afectar las relaciones interpersonales entre los miembros de la misma. En estos casos, la comunicación asertiva es la clave. “Se debe buscar el momento y lugar específico, empezando con un diálogo amable y positivo. Preguntarle a la otra persona cómo se siente y evitar atacarla verbalmente. Recordemos que se debe atacar al problema no a la persona.
Otra recomendación es no hablar con las “emociones puestas”, es decir, en caliente. “Uno de los errores más comunes es no dejar que la emoción pase. En esos casos, el diálogo seguramente no llegará a buen fin. Debemos usar técnicas de respiración o cualquier método que permita a la sangre oxigenarse y hablar de manera tranquila y adecuada.”
En los casos en los que ya se aplicaron estas técnicas y los conflictos internos se sigan presentado, se recomienda acudir a profesionales de la salud, quienes servirán como mediadores frente a las disfuncionalidades que se estén presentando.