Contaminación auditiva: la importancia del cuidado y la prevención en entornos urbanos.

El ansiado y esperanzador fin de la pandemia nos regresa poco a poco escenarios que veíamos lejanos, a los cuales queremos volver renovados y mejores de como estábamos antes. Sin duda alguna, la coyuntura covid, hará que la salud empiece a ocupar espacios prioritarios en todos los ámbitos de la sociedad donde solía verse relegada. Especialmente el ámbito laboral, que cada día se reactiva más en nuestro país.

La salud auditiva, cuyas afectaciones no se ven de inmediato sino que aparecen en un mediano y largo plazo, ha sido una tarea pendiente durante muchos años.

La inconmensurable contaminación auditiva en las grandes ciudades y la falta de suficientes campañas masivas de educación y prevención al respecto, son algunas de las variables causales de su relegamiento. Así que en este intento por mejorar como sociedad en materia de salud se deberían empezar a abarcar áreas que sistemáticamente se han visto subestimadas; para reducir y evitar alarmantes cifras, pues está comprobado que con una detección temprana se pueden minimizar las afectaciones asociadas a situaciones como la pérdida de audición.

Según la OMS, “Debido a prácticas de audición poco seguras, más de 1000 millones de jóvenes adultos corren el riesgo de sufrir una pérdida de audición evitable y permanente”. La contaminación auditiva es un fenómeno estrechamente relacionado con las grandes ciudades, y pese a que es uno de los factores que las hace menos habitables, no existe una política pública lo suficientemente robusta que atienda este problema.

La exposición a niveles de ruido por encima de los 85 dB durante largos periodos de tiempo es perjudicial y puede producir pérdida de audición inducida por ruido.

Cuanto más ruido y más tiempo se esté expuesto, más perjudicial será para la capacidad auditiva. Hay trabajos con alto riesgo para la audición (como por ejemplo, construcción, personal de aeropuertos, DJs y músicos) y que cuentan también con un alto nivel de protección. Sin embargo, también hay trabajos (motociclistas, personal de guarderías, peluquerías, etc.) con un nivel de riesgo considerablemente alto y que no suelen contar con las medidas de seguridad necesarias.

Si bien no todos los trabajos tienen el mismo nivel de exposición, el ruido constante, el transporte, la industria, la construcción, el crecimiento poblacional, entre otros, son aspectos a los que no se puede ser ajeno si se vive en un espacio urbano, con una alta densidad poblacional y que, inevitablemente, afecta a todos sus habitantes. Es entonces cuando vale la pena preguntarnos, ¿cómo lidiar con la contaminación auditiva en los diferentes espacios donde desarrollamos nuestra vida de una forma saludable?

Hay acciones que podemos implementar en nuestro actuar diario que van desde la higiene personal hasta utilizar equipos de protección individual, como orejeras y tapones certificados para realizar trabajos donde el ruido es un factor de riesgo, o donde sencillamente es un factor que produce molestias a nuestro bienestar. También es relevante moderar el uso y decibeles (no más de 70 decibeles cuando el uso es prolongado) de los diferentes dispositivos tecnológicos con los que hoy rutinariamente convivimos. Las pausas en su utilización son prioritarias.

No obstante, como todos los problemas masivos de salud pública, requieren una solución estructural para que se vea un cambio verdadero y positivo. Para esto, en primer lugar, se requiere un mayor esfuerzo pedagógico y de información, de modo que las personas reconozcan el problema de la contaminación auditiva y se promueva la importancia de cuidar los oídos en cualquier entorno, no solo en los trabajos de alto riesgo.

En segundo lugar, al reconocer e identificar el problema se deben concentrar esfuerzos en realizar una gestión y mitigación de riesgos que permita intervenir el manejo y reducción de exposición al ruido laboral, ambiental y recreativo.

Con estas acciones se podrán empezar a apoyar los cuidados individuales desde las legislaciones gubernamentales y desde la ejecución institucional laboral y educativa; haciendo que los cambios sean palpables más desde la prevención que desde la reacción. Hay muchas acciones que no requieren de gran inversión, sino de planeación y de garantías, ejemplos de esto son: adquirir equipos de trabajo que generan bajos niveles de ruido o limitar los tiempos de exposición y el número de trabajadores expuestos. Mientras que cuando el riesgo sea mayor, se deben concentrar esfuerzos en equipos de protección, diseños de puestos de trabajos pensados en alejar las fuentes de ruido (cerramientos acústicos, apantallamientos, etc.), diagnósticos auditivos periódicos a los trabajadores, entre otros.

En tercer lugar, el esfuerzo debe darse también desde las políticas públicas que busquen en un futuro ciudades verdaderamente habitables, no solo por el riesgo que representa la contaminación auditiva, sino por el malestar que genera y por la afectación directa sobre la calidad de vida de las personas:

Impulsar la bicicleta o el caminar tienen repercusiones importantes en la salud y calidad de vida de los habitantes citadinos. Si a ello agregamos que el modelo compacto al que refiere la ciudad caminable pretende promover un menor uso del automóvil, la diversificación de usos de suelo y actividades, la reducción de rutas de movilidad y el aprovechamiento de áreas verdes y espacios públicos, es probable que se dé una baja en la contaminación visual y sobre todo auditiva. (Alfie & Salinas, 2017, Ruido en la ciudad. Contaminación auditiva y ciudad caminable).

No es más habitable una ciudad porque tenga más construcciones o densidad poblacional, sino porque se garantice, desde la planificación urbana, legislativa e institucional, la calidad de vida; siendo el principal pilar y evidencia de ello, la salud. La reactivación implica muchas cosas en una nueva sociedad post pandemia y el enfoque hacia la salud debe ser preventivo e integral. Si el atípico 2020 nos hizo cambiar para mejorar, debemos demostrarlo con acciones pensadas en y para el colectivo. La salud auditiva, visual, ocupacional y todo lo que implique bienestar y prevención de enfermedades es y deberá ser una prioridad.

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